martes, 12 de noviembre de 2013

Recuerdos

Los recuerdos es una hermosa canción de Serrat.

Los recuerdos suelen
contarte mentiras.
Se amoldan al viento,
amañan la historia;
por aquí se encogen,
por allá se estiran,
se tiñen de gloria,
se bañan en lodo,
se endulzan, se amargan,
a nuestro acomodo,
según nos convenga;
porque antes que nada
y a pesar de todo
hay que sobrevivir.

Recuerdos que volaron lejos
o que los armarios encierran,
cuando está por cambiar el tiempo,
como las heridas de guerra,
vuelven a dolernos de nuevo.


Los recuerdos tienen

un perfume frágil
que les acompaña
por toda la vida
y tatuado a fuego

llevan en la frente
un día cualquiera,

un nombre corriente
con el que caminan 

con paso doliente,
arriba y abajo,

húmedas aceras
canturreando siempre

la misma canción.
Y por más que tiempos felices
saquen a pasear de la mano,
los recuerdos suelen ser tristes
hijos, como son, del pasado,
de aquello que fue y ya no existe.

Pero los recuerdos 

desnudos de adornos,
limpios de nostalgias,

cuando solo queda
la memoria pura,
el olor sin rostro,

el color sin nombre,
sin encarnadura,
son el esqueleto 
sobre el que construimos
todo lo que somos,

aquello que fuimos
y lo que quisimos
y no pudo ser.


Después, inflexible, el olvido
irá carcomiendo la historia;
y aquellos que nos han querido
restaurarán nuestra memoria
a su gusto y a su medida
con recuerdos de sus vidas.






                                                         Esperando al Príncipe Azul
                  Acrílico sobre cartulina encolada a madera montada sobre bastidor. 92x65 cm.

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